Un paisaje líquido, casi vegetal, vibra en tonos verdes y amarillos, criaturas indefinidas, seres que parecen surgir del subconsciente o de una memoria arcaica.
Sobre ellos, el cielo se transforma en un teatro de almas, representando la tensión entre lo terreno y lo etéreo.
Una invitación a contemplar el misterio que habita en la percepción.
