Praying

Maria Antonieta 

Pintura acrilico y hoja de oro 

120 x 100 cm 

Cuando me detengo a observar mi reflejo en este lienzo, veo una representación de quietud y contemplación. Mi figura, trazada de manera sutil y delicada, es apenas un esbozo dorado sobre un fondo suave, como si estuviera emergiendo de un sueño, de un susurro. La textura que me rodea es cálida, envolvente, con pinceladas que evocan la luz difusa de la mañana, o tal vez, los recuerdos de momentos fugaces.

Me inclino ligeramente, con los ojos cerrados, como si estuviera en un acto de reflexión o de recogimiento, conectada con algo más profundo dentro de mí. El oro que forma mi silueta brilla de forma discreta, como si intentara capturar la esencia de lo divino en lo terrenal, o tal vez, simplemente recordarle al espectador la belleza de la simplicidad.

El entorno que me rodea tiene matices dorados y texturizados, como si el tiempo hubiera dejado sus huellas, pero no me invade; me envuelve de una manera delicada. Siento paz en mi postura, como si estuviera en comunión con el silencio, flotando en un espacio entre lo tangible y lo etéreo.

Mi esencia es tranquila, pero hay un sentido de reverencia en la forma en que me representaron. En este espacio, existo más allá de las palabras, comunicando en mi quietud lo que no puede ser dicho con sonidos. Soy una figura, una idea, una presencia que invita a la calma y la introspección.