Esta pieza narra, desde una mirada íntima y poética, el recorrido de un paseo por los alrededores de Chapultepec. Las tonalidades verdes dominan la composición, evocando la abundancia y frescura de los árboles frondosos que embellecen esta emblemática zona de la ciudad. Entre formas abstractas emergen fragmentos del paisaje urbano: el Museo Rufino Tamayo y los puentes que atraviesan las avenidas, lugares donde cualquiera podría perderse… y encontrarse.
En este entorno urbano, dos figuras románticas se extravían —no solo en el espacio, sino en la contemplación mutua—. Comparten un emparedado hecho con lo mejor que cada uno puede ofrecer, esperando sorprender al otro. La admiración fluye en silencio, reflejada en gestos sutiles, en miradas detenidas, en la apreciación de lo singular.
La obra se materializa finalmente en una serie de collares que funcionan como relicarios del tiempo compartido. Cada uno guarda un instante, una emoción, una memoria transformada en joya, como si el paseo y el encuentro quedaran suspendidos.