Colección: Eliot Noches

Eliot Noches

 

La identidad es algo que se lleva en el cuerpo y en la calle.

La piel, igual que una casa, se puede tapizar de símbolos que le hablan a los que los rodean.

Busco en mis recuerdos más antiguos y veo a un niño dibujando, imitando, rellenando libros para colorear, buscando formas para calcar. Por ahí de los 12 años descubrí el grafiti y los tatuajes: el dibujo llevado en el cuerpo y en la piel de la ciudad, en sus paredes y superficies, que sudan colores y que conforman la memoria de la banda, la pandilla y su violencia, la estética de la calle y las experiencias impresas en los cuerpos que las habitan. Murales, tatuajes y cicatrices.

En la universidad, el dibujo infantil se convirtió en ilustración, y el diseño gráfico se convirtió en pintura al entrar en la Academia de San Carlos. Estos aprendizajes se conjugaron con la necesidad primordial de pintar cuando me involucré en el tatuaje profesional: la pintura en madera se mudó a la piel. En todas estas superficies —madera y piel, cráneos y paredes— encuentro el vínculo y la complicidad para expresar visualmente las huellas de nuestro paso en común por el mundo.

La estética urbana, el hip hop, el punk, la cultura del tatuaje, los estigmas de vagos y mafiosos, todo eso que a mí siempre me pareció a la vez cotidiano e interesante, peligroso y familiar, se transformó en la materia prima para mi trabajo. La violencia de los cuerpos y los rastros que el tiempo deja en ellos, me han permitido buscar cómplices también en el acto de exponer mi obra públicamente. En 2016, tuve la oportunidad de apoyar a través de la venta de mi pintura “Invítame una copa” al proyecto “Salud y vida para Venezuela”, donde muchos artistas emergentes se reunieron para recabar fondos y enviarlos a quienes lo necesitaban en ese momento.

A través de las exposiciones que he realizado en museos, galerías, universidades, casas de cultura y espacios independientes, me he dado cuenta de que las obras plásticas poseen una vida propia que va más allá de las intenciones de su creador: una vida en cierto modo ajena, que las lleva a recorrer sus propios caminos. Trabajos como “Señor maldad” y “Dejar hacer dejar pasar”, entre muchas otras, se encuentran actualmente incluidas en las exposiciones itinerantes organizadas por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en sus espacios de cultura; y también como “Alí” y “Jack Dempsey”, que viajaron a Salerno, Italia, en el invierno de 2016.

En 2017 obtuve el primer lugar en el concurso de artes visuales “La memoria, ¿para qué?”, convocado por el Circuito Cultural Norte, con la pieza “Doña Martha y yo”. Todas las obras mencionadas se encuentran disponibles en el Anexo.

La serie de retratos que estoy trabajando actualmente se nutre de los estilos gráficos que me han marcado. A través del rostro de los demás, siento que poco a poco voy descubriendo el mío.

 


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