El creador holandés Marjin Van Kreij expone en el Museu Picasso una instalación fruto de su ‘obsesión’ por el pintor
¿Cómo pintar después de Picasso? Tarde o temprano, todo artista acaba teniéndose las que ver con su sombra gigantesca, ya sea para tomarlo como modelo o para liarse a bofetadas con él. Desde los rincones más inesperados, es admirado, interpelado, replicado, respetado, envidiado, cuestionado, desmontado e incluso motivo de serias obsesiones como la que desde hace una década persigue a Marjin Van Kreij (Middelrode, 1978). Al artista holandés le molestaba su condición de “monstruo sagrado”, la idea insufrible de que todo lo que salió de sus manos fuera considerada la obra de un genio... y decidió ir a la búsqueda de su “secreto”.
Siguiendo la tradición de copiar a los grandes maestros, Marjin Van Kreij quiso indagar en su técnica, en su manera de hacer, volviendo a recorrer con sus propias manos las líneas ya trazadas, repitiendo una y otra vez sus gestos. Y en la repetición de esas imágenes ya existentes encontró, dice, su propia libertad. El resultado de ese proceso son centenares de dibujos que a modo de zoom fijan su atención en un detalle o un motivo, todos aparentemente iguales pero todos diferentes, con los que crea obras monumentales, casi abstractas, como las que ahora presenta en la Sala Mauri del Museu Picasso.
Obsesión creativa
Marjin Van Kreij ha venido centrando buena parte de su práctica artística en torno a la obra de Picasso desde el 2012. En concreto en la obra tardía del malagueño, cuando el pintor se traslada con su pareja, Jacqueline Roque, a La Californie, la villa de Cannes, y culmina una temática que había sido una constante a lo largo de toda su vida, la del artista en su taller. “Van Kreij se obsesiona con la obsesión de Picasso con su propio estudio”, apunta Erich Weis, comisario de la exposición y del ciclo Presencias contemporáneas con las que el museo barcelonés quiere mostrar la impronta del malagueño en los artistas actuales.
Para el artista, el estudio es el lugar donde reposar las ideas y jugar con los materiales, pero llega un momento en que “has de conectarte otra vez con el mundo”. Y el símbolo de ese límite entre interior y exterior es la ventana. Van Kreij las pinta una y otra vez con pequeñas variaciones, errores y diferencias, haciendo emerger cada vez una imagen deliberadamente distinta, apenas perceptible a primera vista. Lo mismo hará con Las Meninas , que conserva el museo barcelonés y que el propio Picasso copió a Velázquez. “Eso me hace sentir menos culpable”, bromea Van Kreij.
Desde su disfraz de copista, el artista cuestiona nociones como la autoría y autenticidad, y desafía la idea del genio, pero en esa repetición provoca “una ralentización del tiempo”, un momento detenido que ha querido potenciar mediante la colocación de taburetes y móviles suspendidos. La exposición es gratuita y puede visitarse hasta el próximo 1 de noviembre.
Noticia obtenida de: lavanguardia.com