Cierto día en Florencia, Lorenzo di Pierfrancesco de Médici solicitó a Sandro Botticelli como regalo para su amada Semiramide Appiano una obra maestra que evocara el amor, mucho más que un simple lienzo.
Sandro decidió hacerlo atreves de iconos de la mitología clásica, como lo son las bellas donnas conocidas como las tres Gracias, estas danzantes, con sus movimientos suaves y su aura etérea vestidas de fina tela traslucida y delicada, serían el símbolo personificación exacta tal como indica su nombre de la esencia misma de la "gratia", que se refiere al favor, la bondad, la amabilidad y benevolencia.
Los trazos exquisitos delinean cada curva, emergiendo con elegancia de la oscuridad del bosque en el que Botticelli nos interna. Su técnica refinada que atiende a cada detalle de miles de flores toscanas, transportándonos a un mundo idílico y bucólico de amor cortés, donde Cupido, en el centro, lanza su flecha, mientras la diosa Venus, que preside con serenidad majestuosa el escenario como una anunciación De La Primavera
Desde el extremo derecho, Céfiro, el dios del viento, se precipita con ímpetu, desatando un torbellino de emociones que contrasta con la calma y serenidad del resto de la composición. Su presencia ardiente es el eco de un amor apasionado, que agita las hojas de los arboles, y los corazones encendidos sobre todo el de la ninfa Cloris que luego se transforma en Flora.
A continuación te mostramos un fragmento de la obra "Fastos" de Ovidio, donde se alaba a la reina De La Primavera
"Ahora, Flora, llena de primavera, te ruego que honres las calles y los campos con tus regalos, y que abrigues la tierra con flores multicolores.
Flora, que llega con el brillante mayo, abarrotada de flores y en medio de todas ellas, cuando la suave brisa acaricia la tierra, las flores brotan y la primavera renace. Cada parte de la naturaleza te invoca, las aves, el ganado, los campos, las naves y hasta los mismos dioses; todos agradecen tu llegada, oh diosa, que das a cada planta su néctar.
¿Quién no se inclinaría ante ti, o qué mortal no te amaría? Tú, que haces que la primavera sea hermosa, te ofrecemos nuestra gratitud y reverencia.
¡Salve, oh Flora! La primavera llega con tus pasos. Tú, que traes la fertilidad a la tierra, que pintas los campos de colores brillantes y das vida a las flores. La naturaleza se regocija con tu presencia, y los campos se cubren de verdor en tu honor. Oh diosa de la primavera, gracias por tu bendición y tus dones, que llenan el mundo con alegría y belleza."
Por último, en nuestro análisis iconológico, del lado izquierdo del lienzo podemos ver que se erige Mercurio, el mensajero divino, cuya identidad es reconocible por el casco alado y las sandalias que impulsan su figura. Este joven de atractiva presencia, robusto, gallardo y abstraído en la contemplación de una naranja, o mejor dicho en la contemplación del milagro que sucede. De espaldas al bullicio de la escena, su actitud simboliza el misterio y los sacrificios que han de acontecer para la llegada radiante de De La Primavera
Hoy, siglos después de su creación, juntos hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre esta pintura que trasciende el tiempo y el espacio, y que nos sirve como ventana hacia la profundidad del amor, ¡ahora sí! Al contemplar esta obra maestra, nos convertimos en testigos de un milagro, de la estación que nos regala los más deliciosos frutos.
Esto nos recuerda que, al igual que las flores que brotan con el calor del sol, nosotros también formamos parte de un ciclo infinito de renovación y crecimiento. Los invitamos a analizar, contemplar y adornar su vida al estilo del renacimiento Italiano.
En Sala Marte tenemos bellas pinturas de primavera, pinturas de flores, pinturas de naturaleza que aguardan las descubras. Cada una de ellas es un tesoro, un universo de belleza y sabiduría que enriquecerá nuestras vidas y avivará nuestro espíritu creativo, llevándonos a reflexionar sobre la maravilla de estar vivos.